La dureza de la crisis se extiende a todos los sectores de la actividad económica, ya que todos, en mayor o menor medida, están sufriendo sus consecuencias, pero es mucho más visible en el comercio porque el cierre de establecimientos se hace patente para los ciudadanos al pasear por cualquier calle. El impacto que tienen sobre los ciudadanos los carteles de se vende o se alquila es aún mayor cuando se trata de locales emblemáticos, con una larga historia a sus espaldas o una gran repercusión en la vida económica de la ciudad, ya que su clausura transmite la idea de que la recesión es más grave de lo que inicialmente se creía.

Al igual que otras urbes españolas, A Coruña ha vivido a lo largo de los últimos años una cascada continua de cierres en su red comercial, quizás la más tupida de Galicia debido a su histórica tradición en este sector. La calle Real ha vivido a lo largo de ese periodo una serie de acontecimientos de este tipo que se han llevado por delante a establecimientos de tanta raigambre como Barros, cuyos propietarios decidieron cerrar ante la falta de interés de los sucesores en continuar con el negocio, o la joyería Malde, en la que las dificultades financieras acabaron con un comercio que inició su andadura en el siglo XIX.

A estos locales se sumó también una de las cafeterías más populares del centro de la ciudad, Kirs, que cerró sus puertas recientemente ante las diferencias entre los propietarios y los arrendatarios. De estos tres establecimientos, tan sólo el primero de ellos ha sido ocupado ya por otra empresa, mientras que los otros dos permanecen vacíos. En esa misma situación se encuentra otro de los bajos más cotizados de la calle Real, en el que desarrollaba su actividad un restaurante de la cadena McDonald´s que decidió trasladarse al polígono de A Grela para abrir otra modalidad de establecimiento.

Pero los cierres no afectan sólo a la más prestigiosa calle comercial coruñesa, sino a todas las de su entorno, como Torreiro, donde la marcha de Bershka y Zara supuso un batacazo para el resto de comercios, que se vieron perjudicados por la caída en la afluencia de público que acudía a esos locales del grupo Inditex, que también echó el candado al Stradivarius de la cercana calle Bailén. El bajo que ocupaba Zara pasó a albergar otro comercio de la misma corporación, Lefties, pero el impacto negativo que causó este cierre en la zona no fue menor por esta decisión.

También en San Andrés interrumpió su actividad otra de las cadenas del grupo, Pull&Bear, que se sumó al imparable cierre de tiendas de confección en esta calle, en otros tiempos el principal eje del comercio textil en la ciudad y en la que hoy un tercio de los bajos están disponibles, en algunos casos desde hace bastante tiempo. Para muchos, el declive que padece esta vía es un claro reflejo de la decadencia que sufre el tejido comercial tradicional en A Coruña, que para un sector de los empresarios ha sido agravado con medidas como la implantación del carril bus.

Otro de los factores que ha contribuido a agudizar la crisis de los establecimientos son los elevados alquileres que se pagan en las zonas más céntricas. Los comerciantes tratan de negociar con los propietarios una rebaja para evitar el cierre ante la caída de ingresos y, pese a que en muchas ocasiones se alcanza un acuerdo, cuando no es así se produce la salida del local. En algunos casos para buscar un bajo más barato, pero en muchas ocasiones para abandonar la actividad.

El Universal, una de las cafeterías más populares del centro, se vio obligada a cerrar ante el aumento del arrendamiento que le plantearon los propietarios del local. En la zona corrió el rumor de que el bajo era deseado por una gran cadena textil, lo que quizás animó a los dueños a exigir un incremento del alquiler, aunque más de un año después, sigue desocupado.