Menos explotaciones ganaderas pero con más animales es la tendencia que ha seguido el campo gallego en los últimos años. Desde 1999 a 2009 el número de granjas ha menguado de 466.150 a 157.104, lo que supone una reducción del 66,3%, según los datos del censo agrario de este periodo publicados por el Instituto Nacional de Estadística (INE). Sin embargo, en lo que se refiere a número de cabezas, el ganado se ha incrementado en un 27,19% debido sobre todo al incremento de ejemplares porcinos y avícolas. Los sindicatos achacan estos cambios a las políticas agrarias que solo persiguen la "industrialización" del sector o a la necesidad de los ganaderos de "fusionar" y asociarse para montar explotaciones cada vez más grandes que sean "competitivas" y que les permitan sobrevivir en un contexto de crisis como el actual.

Para el secretario de la Executiva de Unións Agrarias (UUAA), Óscar Pose, la clave está en "producir más con la mitad de explotaciones", es decir, lograr la misma rentabilidad a menor coste y evitar que cada año desaparezcan una media de un millar de granjas como hasta ahora. Por eso, las que existían "se sobredimensionaron a la vez que intensificaron sus producciones". En este sentido, el máximo responsable de Xóvenes Agricultores (XXAA), Francisco Bello, aclara que el hecho de que muchas fincas se unan no es sinónimo de "mayores beneficios" porque "son más a repartir y hay más gastos", aunque sí reconoce que este método permite "mejor calidad de vida".

Las explotaciones sufrieron descensos de más de la mitad en todos los sectores, pero los más acusados se produjeron en instalaciones de caprino (con un 78,14% menos), en las de porcino (71,34%), y en las equinas y avícolas (que perdieron un 70,16% de granjas cada una entre 1999 y 2009). Mientras que el número de reses apenas varió en esta década, las granjas de ovejas, cabras y caballos perdieron ejemplares mientras que las instalaciones de cerdos y aves son las únicas que aumentaron su capacidad en un 13% y un 33,35% respectivamente.

Las organizaciones agrarias apuntan distintas posibilidades sobre las causas que explican el repunte de la ganadería porcina y avícola en los últimos años. Según Pose, se debe a que los ganaderos se han visto obligados desde hace más o menos 20 años a adaptarse a las diferentes normativas de bienestar animal y residuos agrarios centrados en este tipo de ganado y "aprovecharon" para aumentar sus granjas, a la vez que las que no se amoldaron a las nuevas necesidades "desaparecieron". Por su parte, Francisco Bello matiza que en particular, desde el inicio de la crisis, la demanda de consumo de carne de cerdo y de pollo ha repuntado porque son "las más baratas". En el caso de la avicultura destaca que empresas "fuertes" -como Avícola de Galicia en Pontevedra, Coren en Ourense o la Asociación de Criadores de Ganado Porcino Celta Asoporcel-, los ganaderos integrados tienen más "flexibilidad" a la hora de orientar sus productos al mercado y ajustar su oferta a la demanda existente en cada momento.

La representante de Sindicato Labrego, Carmen Freire, va más allá y achaca los resultados al "proceso de industrialización" que empezó hace unos 25 años en este tipo de ganaderías, aunque en las de vacuno, ovino y caprino aún se conserva una "base ligada a la tierra" menos dependiente de los alimentos procedentes de la industria. Freire alerta de que ahora ya se ha extendido este fenómeno a las explotaciones de bovino, sobre todo a las de leche, debido a que desde la entrada de España en la Unión Europea (UE) en 1986 se les inculcó a los ganaderos que enfocaran su actividad en el bovino de leche, ya que era donde estaba "el futuro y la rentabilidad", lo que supuso que abandonaran otras producciones.

El sector ovino y caprino son los más perjudicados, pues comparado con 1999, se redujo en un 44,13% y un 56,84% respectivamente. Desde Sindicato Labrego indican que la expulsión de este ganado de los montes vecinales por parte de la Administración del Estado a finales de la década de los 60 para dedicar estos terrenos a la forestación provocó una drástica reducción de ovejas y cabras en el campo gallego. A esto se une, según UUAA, la "baja rentabilidad" de estas explotaciones y las dificultades del terreno en Galicia para acoger ganaderías intensivas dedicadas a estos animales. Las estadísticas también revelan que las explotaciones de conejos se mantienen por encima de la media y se recortaron en un 65,45%, pero aún así Galicia sigue siendo la segunda comunidad con mayor producción, como apuntan desde XXAA.

Las perspectivas de los sindicatos sobre la evolución del censo agrario a partir de ahora es bastante pesimista. De hecho, consideran que la crisis evitó que el abandono de granjas fuese todavía mayor porque en el contexto económico actual tampoco hay "salidas laborales en otros sectores". Para paliar esta situación piden a la Xunta que proponga medidas para atraer a los jóvenes al rural y que ponga en valor la superficie abandonada.