No, no... Este ni es un artículo de análisis político, de teorías sobre qué pasa estos días en Europa, ni nada que se le parezca. Ya sé que ahora, al rebufo de la cita electoral acaecida hace tres días, o de la marejada económico-financiera en el viejo continente, parece que todo tenga que girar sobre estos temas, pero no. La vida sigue, y las pequeñas y grandes cosas de cada día también están ahí, al margen de los grandes asuntos mediáticos, sobre los que corren ya ríos de tinta. No es que renunciemos, de ninguna manera, a tocar esos temas de interés general. Pero nuestro talante, carisma o vocación, que todo vale para poner aquí, es ir combinando esos temas de calado con otros que, a veces, pasan mucho más desapercibidos... Pero que no debemos perderlos de vista si queremos tener una foto de la realidad en su conjunto.

El caso es que tampoco la equivocación a la que se refiere el título del artículo ni responde a la constatación de que una estrategia personal o profesional fue errónea, ni tiene que ver con la asunción de un fracaso. Simplemente, me equivoqué al marcar, llamando por teléfono. Desde el teléfono fijo de casa, a eso de las diez de la noche, pulsé en el teclado el número de teléfono de un amigo, que empieza por 619. Y, por la costumbre de realizar llamadas profesionales desde la oficina, teniendo que marcar el habitual 0 para lanzar la llamada fuera del sistema interno, comencé la secuencia: 0619... Antes de terminar de marcar el número del teléfono móvil, me di cuenta del error, y volví a empezar. Remarqué sin el cero y, por no tener contestación, no pude contactar con el verdadero destinatario de mi acción.

No pasó más de un minuto cuando sonó el teléfono. "Buenas noches, le llamo del 061, ¿va todo bien? ¿se equivocó usted al marcar u ocurre algo?". Rápidamente, me di cuenta de qué había pasado, expliqué lo acontecido, agradecí la comprobación y, después de desearle buenas noches a mi interlocutora, colgué el terminal. Pero, mientras lo hacía, recordé las dificultades de mis amigos de Tanzania y Etiopía para ser vistos por un enfermero y realizar unas simples curas. O las penurias de las mujeres que culminan la heroica tarea de traer un nuevo ser al mundo en África, en condiciones tan deficientes que, con frecuencia, se llevan por delante la vida de tales heroínas. Visualicé los dispensarios magros que me he encontrado en otras latitudes. O las clínicas a todo tren, pero de pago y no aptas casi para ningún bolsillo, que suponen la única oportunidad real de salud en algunos países del continente americano. Con todo, recordé la voz de mi interlocutora, apenas un par de minutos antes: "Buenas noches, le llamo del 061..." Y, automáticamente, tomé conocimiento -una vez más- de que soy un privilegiado. Y también ustedes. Que por haberme confundido de teléfono haya alguien al otro lado de la línea, dispuesto a comprobar si todo va bien, es una verdadera maravilla. Que si no hubiera estado todo en orden, me pudieran haber mandado una ambulancia, un médico o un helicóptero, según la urgencia y la distancia al centro sanitario de referencia, también. Que tenga yo a mi alcance una red asistencial verdaderamente de primera, mucho más. Y que cualquier ser humano sobre nuestro país tenga ese nivel asistencial, supera todo lo antedicho. Así -y se lo dice alguien que ha velado también muchas noches asistiendo a los demás-, y a pesar de las dificultades, estas letras están escritas en clave de puesta en valor de lo que tenemos. De lo que hemos ido construyendo entre todas y todos, de todas las ideologías, tendencias políticas, religiones y sensibilidades. De nuestro proyecto conjunto, que sigue en máximos de atención -pese a los problemas, que siempre los hay y que tenemos que intentar solventar-. Y de nuestro nivel de convivencia y capacidad de organización, que no deja de ser otro lujo del que podemos estar orgullosos.

"Buenas noches, le llamo del 061..." Una realidad que nos protege y que tiene que ilusionarnos como parte no de un maná que cae del cielo, sino de nuestra capacidad de plantearnos nuevos retos y mejorar el espacio colectivo.

¡¡Gracias!!