Las vacaciones de verano despiertan sentimientos encontrados en muchos padres, que se alegran de no tener que ir corriendo a todos los sitios -preparar el desayuno, llevar a los niños al colegio, ir a recogerlos, llevarlos a actividades extraescolares y entre medias, en muchos casos, a trabajar-, pero por otro ven el horizonte de septiembre demasiado lejos.

Y surge la pregunta de todos los años: ¿deben los niños hacer deberes durante el verano o es mejor que desconecten y se dediquen a hacer otras cosas? Padres, psicólogos y pedagogos gallegos parecen tener este punto bastante claro: el verano da para mucho y los deberes se presentan como una interesante opción, necesaria incluso en algunos casos, pero siempre sin sobrecargar al niño. Nada de maratonianas sesiones delante del cuadernillo de Rubio haciendo interminables sumas y restas o perfeccionando la caligrafía.

Los deberes de verano no pueden convertirse en un castigo. Ni para el que ha suspendido ni para el buen estudiante. "Hacer alguna tarea en verano está bien porque ayuda a que no pierdan el hábito del estudio porque estudiar tiene también mucho de hábito. Muchas veces cuesta más ponerse delante de los libros que estudiar" , asegura José Manuel Sandomingo, doctor en Pedagogía y presidente de la Asociación Profesional de Pedagogos y Pedagogas de Galicia.

Este especialista recomienda dejar que los niños se olviden por completo de los libros durante las primeras dos semanas tras finalizar las clases y después, que comiencen a hacer los deberes o alguna actividad similar porque, recuerda, no todo el conocimiento está en los libros de texto. "Cuando acaban el curso, los niños están superados. Han tenido exámenes, más difíciles que los de la primera evaluación, y esto les causa estrés, por lo que al finalizar el curso lo que necesitan es romper del todo con la rutina del invierno y descansar", explica.

José Manuel Sandomingo recomienda comenzar las actividades a partir de la segunda quincena de julio o incluso más tarde. "Depende de cada caso porque no es lo mismo un niño que saca buenas notas que otro que ha suspendido o que ha llevado el curso a rastras", advierte.

En el primero de los casos, Sandomingo entiende que los deberes deben servir para que el niño no olvide los conocimientos adquiridos y también como refuerzo de aquellos aspectos que más le haya costado retener. Sin embargo, deben ser algo placentero, no algo que le cause angustia o malestar. "No es cuestión de que estén toda la mañana haciendo deberes, sino un rato. Primero diez minutos, después quince. Ir subiendo poco a poco, pero que no sea nunca un tiempo excesivo porque el niño está de vacaciones y tiene que jugar", explica.

Sin embargo, para muchos padres, ponerles a hacer los deberes es lo más cómodo. "El problema es que muchos padres les ponen a estudiar porque es lo que les resulta más fácil y no saben hacer otra cosa", reconoce el pedagogo, que añade que también hay alternativas a los tradicionales deberes.

Las formas de aprendizaje son numerosas. Leer un libro y resumírselo después a un adulto es una práctica más que efectiva para repasar Lengua. Al igual que ir a hacer recados lo es para afianzar esas sumas y esas restas, además de fomentar las relaciones sociales.

"Los niños tienen que disfrutar del verano y de sus vacaciones, pero esto no quiere decir que no hagan ninguna actividad intelectual, aunque no tiene por qué ser deberes. ¿Por qué no buscamos un libro para leer? ¿Por qué no les decimos que escriban un email a un amigo o un pequeño diario con lo que hacen cada día? Están haciendo una redacción y para el niño resulta mucho más divertido", expone la pedagoga Julia Crespo, profesora de Ciencias de la Educación en la Universidad de Santiago y miembro del grupo de investigación Esculca.

El problema está, asegura, en qué modelo se adapta mejor a las necesidades o preferencias del adulto. "La cuestión es a quién solucionan los deberes el problema, ¿al niño o a los padres? Que los niños te cuenten el libro que han leído o escriban sobre lo que hacen requiere que haya un adulto implicado, mientras que los cuadernillos de deberes son más cómodos porque no necesitan de un adulto", argumenta.

Esta especialista asegura que las tareas de verano se pueden organizar de una forma mucho más natural y de manera que a los niños les atraiga más. "Lo importante es no perder la comba, pero tú no necesitas que nadie te marque la pauta", insiste.

Alternativas

Los campamentos de verano son otra de las actividades asociadas al verano. Cada año son más los chavales que pasan una o dos semanas en estos campamentos. En la mayoría de los casos, porque los padres necesitan dejar a los críos en algún sitio porque trabajan. Para los especialistas, se trata de una actividad interesante, ya que puede servir para que amplíen conocimientos sobre idiomas o se aficionen a deportes que después pueden practicar durante el invierno, aunque, advierten que, al igual que con los deberes, no debe sobrecargarse al niño de estas actividades. "Pueden resultar muy interesantes, sobre todo si combinan diversión y estudios, pero no hay que olvidar que el niño no está en su entorno emocional y muchas veces lo que realmente necesita es la atención personalizada de los padres", argumenta José Manuel Sandomingo.

Para los especialistas, el juego debe ocupar una parte importante del periodo veraniego, ya que, recuerdan, este es la forma que tiene el niño de aprender y socializar. "Jugando el niño interactúa, resuelve problemas, aprende a hacer determinadas cosas y no otras. El juego es un capacitador de entrenamiento. Si el niño no estudia no aprende, si no se emociona no aprende, si no juega no aprende", sentencia el representante de los pedagogos gallegos.

En similares términos se expresa el presidente del Sindicato Independiente del Profesorado ANPE-Galicia, Julio Díaz, quien asegura que el verano tiene que ser un tiempo de disfrute para los niños. "No vale cargarlos con deberes porque al final no hay ninguna recompensa. Tiene que ser una cosa comedida y no ponerles tareas que son incapaces de resolver", opina.

Para este docente, los deberes de verano deben ser un repaso en una hora determinada del día -en su opinión, por la mañana mejor que por la tarde porque suele haber menos distracciones y compromisos-, pero nunca sobrecargarlos de tareas. "El niño tiene que jugar", insiste.

Otra cosa distinta es que el niño tenga que recuperar alguna materia. "Esto ya supone un esfuerzo mayor. En estos casos lo mejor es consultar al profesor sobre qué directrices se han de seguir para que el niño recupere esa asignatura", explica Díaz.

El resto de especialistas consultados también coinciden en señalar que es en el caso del alumno que ha suspendido cuando los deberes resultan más útiles porque necesitan un refuerzo específico, aunque matizan que en este caso el niño también tiene que disfrutar del verano.

Para Díaz, actividades como los talleres pueden ser una alternativa más que interesante a los deberes para los niños que han superado el curso. "Hay un tiempo para trabajar y otro para disfrutar, y los niños tienen que disfrutar de estos meses. Las vacaciones tienen que ser un tiempo de relax para los adultos y para los niños, aunque esto no quiere decir que no hagan alguna actividad de refuerzo para mantener la constancia en los estudios", asegura el docente, quien añade que los deberes no deben convertirse nunca en un castigo. "Si en verano un día no le apetece hacerlos, tampoco pasa nada. No hay que castigarlo por ello", afirma.

Vanesa Villa, presidenta de la Asociación de APA del Sur de Galicia (Surgapa), tampoco cree que castigar a un niño porque un día no tenga ganas de hacer los deberes sea positivo. "Hay días en que no quieren hacer los deberes porque no les apetece y al siguiente pueden estar tan a gusto con lo que están haciendo que hagan un poquito más. No pasa nada porque no quieran hacer un día los deberes. El verano es muy largo y da para muchas cosas", asegura esta madre.

Villa coincide con los especialistas en que tampoco se trata de sobrecargar a los chavales con tareas. "Los deberes en verano tienen que ser actividades que hagan en diez o quince minutos, una ficha o una pequeña tarea para refrescar la memoria o, simplemente, que lean un libro que les guste. Hay tiempo para todo, para los deberes, para ir a algún campamento y para estar con la familia", sostiene.

Villa, madre de tres niños de 11, 7 y 5 años, apuesta también por los campamentos porque entiende que son una herramienta eficaz y divertida para afianzar conocimientos y practicar algún deporte. "A mí me gusta apuntarlos a algún campamento al aire libre, donde se dé inglés o bien practiquen algún deporte o incluso actividades en el agua", explica.

Sus hijos aún no han comenzado a hacer deberes desde que acabaron las clases. Han trabajado durante todo el curso, eso sí, y han sacado buenas notas. "No creo que sea necesario que comiencen a hacer tareas nada más acabar el curso. Los niños también necesitan jugar", explica.

Eso no quiere decir que sus hijos no vayan a hacer alguna actividad, más que nada para que no pierdan el hábito del estudio, asegura, aunque un poco más adelante. "Los deberes no deben verlos como un castigo, sino como algo placentero", afirma.

Aunque cada padre tendrá sus preferencias a la hora de decidir en qué momento sentar al niño a hacer los deberes, para Vila el mejor momento es por la mañana. "Creo que tienen menos distracciones. Por la tarde salimos a la calle y ya les apetece menos", explica esta madre.