“Estamos volviendo a cifras previas a la pandemia de COVID. La semana pasada hubo un par de días en los que ya superamos los 400 pacientes, este martes fueron 406, el miércoles 397…”, enumera José Manuel Fandiño, coordinador de Urgencias del Hospital Universitario de A Coruña (Chuac), al hacer un diagnóstico sobre la situación de ese Servicio, tras un año y medio de emergencia sanitaria, y con el verano a la vuelta de la esquina. “La tesitura que se plantea es muy compleja”, advierte el también presidente de la Sociedad Española de Medicina de Urgencias y Emergencias (Semes) en Galicia, quien aprovecha esa posición para urgir la aprobación de esa especialidad, que reclaman “desde hace muchos años” y que el exministro Salvador Illa les había “prometido”. “Al incumplir su palabra, el Ministerio de Sanidad falta al respeto a los profesionales y, sobre todo, a la población”, subraya.

¿Qué implica, en el día a día de los profesionales que trabajan en Urgencias del Chuac, esa regresión a cifras de atenciones previas a la pandemia?

Implica mover recursos, es decir, volver a bascular el Servicio, casi en su totalidad, hacia el circuito de patología general, aunque manteniendo también el circuito COVID, subdividido, a su vez, en dos itinerarios: uno para los pacientes que ya han dado positivo en SARS-CoV-2, y otro para casos sospechosos. El funcionamiento diario, por tanto, es aún más complejo.

¿Qué porcentaje de pacientes acceden a su Servicio a través del circuito para casos sospechosos de COVID?

En torno a un 10-13%. En las últimas semanas, ese porcentaje ha ido oscilando, entre el 5 y el 10%, y estos días se ha incrementado ligeramente al haber aumentado, también, la incidencia de los contagios de SARS-CoV-2 en nuestra área sanitaria.

¿Ha cambiado el perfil de esos enfermos?

La vacunación ha surtido efecto, y eso se nota en que los pacientes con SARS-CoV-2 que llegan a nuestro Servicio un poco más afectados —y que, por tanto, en algún momento pueden acabar en la UCI, aunque en un porcentaje muchísimo menor— son más jóvenes. Estamos ingresando a enfermos de entre 40 y 45 años, una franja de edad que todavía no ha sido vacunada, aunque se procederá a hacerlo ya en los próximos días. Factores de riesgo, como la obesidad o padecer otras patologías previas, también influyen, y es lo que está cambiando el perfil del hospitalizado por COVID.

Los representantes sindicales de la Comisión de Centro del Chuac denunciaron hace justo un mes una nueva “saturación” del Servicio que usted coordina. ¿Qué sucedió?

Al ser nuestros datos muy similares ya a los de la prepandemia, y tener el Servicio divido en dos circuitos diferenciados —aunque el dedicado al COVID hemos intentado acotarlo un poco más—, estamos sometidos a una limitación de espacio importante. Por eso es fundamental que esos dos itinerarios (patología general y COVID) funcionen a pleno rendimiento, para que el flujo de pacientes sea lo más dinámico posible.

Ante el incremento de las consultas por patología general en Urgencias, y el descenso de casos de COVID, ¿prevén rediseñar espacios?

El Servicio de Urgencias tiene una plasticidad importante, especialmente por el compromiso de todos los profesionales que trabajamos en él. Tanto es así, que a veces cambiamos los circuitos durante una misma jornada. Y en base a cómo vaya evolucionando la pandemia de COVID, iremos basculando personal y limitando o ampliando recursos en función de las necesidades. Lo que hemos hecho hasta ahora han sido obras que nos permitan acotar espacios.

¿Por ejemplo?

Antes teníamos un área de observación general, por así decirlo, y ahora esa zona se ha compartimentado en cuatro espacios, lo cual nos permite jugar con ellos, en base a las necesidades, y ser mucho dinámicos. El trabajo en el Servicio de Urgencias es a demanda, y hay que intentar garantizar, en todo momento, unos tiempos de atención, aunque vengan muchos enfermos. Por ejemplo, entre las 11.00 y las 17.00 horas es un tramo de mucha afluencia, con picos de hasta 50 pacientes en una hora, y tenemos que ser capaces de atenderlos en tiempo. Por eso, cualquier decisión que tomemos para redistribuir espacios tiene implicaciones muy importantes. Y acotar nos permite decidir mucho más rápido.

¿A qué atribuyen el aumento de la afluencia de pacientes a Urgencias? ¿Repercute el hecho de que siga limitada la presencialidad en Atención Primaria?

Influyen múltiples factores. Llevamos un año y medio inmersos en una situación excepcional, los enfermos siguen con sus patologías y, al haber transcurrido mucho tiempo sin consultar y sin tener un control tan perfecto de ellas, se acaban descompensando. Además, perder el miedo al contagio del COVID y querer retomar la situación previa implica, también, recurrir a los servicios de Urgencias y Emergencias. Y, obviamente, otro factor que contribuye al aumento de la demanda en nuestro Servicio es que aunque progresivamente se va recuperando la atención presencial en los centros de salud, no estamos aún en niveles anteriores a la pandemia.

Y ahora llega el verano.

Sí, y la situación es muy compleja. Por eso insistimos en reclamar que haya una especialidad de Medicina de Urgencias y Emergencias. Por un lado, parece que faltan recursos en Atención Primaria y también en enfermería, porque hay que tener en cuenta que la campaña de vacunación es muy intensa, y aunque hacerlo así está siendo un éxito, se detraen medios y personal para otros ámbitos. Por otro, los profesionales de Urgencias y Emergencias precisamos también recursos para atender a la población. Y el problema es que todos estamos cogiendo lo mismo.

"En España no se aprueba la especialidad de Medicina de Urgencias y Emergencias por una decisión absolutamente política"

¿A qué se refiere?

A que cuando en mi Servicio necesito médicos, tengo que tirar, principalmente, de residentes (MIR) que se han formado como facultativos de familia y que quisieron hacer urgencias. Pero esto es un error, pues lo lógico sería que pudiese disponer de profesionales bien formados en Medicina de Urgencias y Emergencias, que ya estuviesen plenamente operativos, y que Atención Primaria tuviese también sus recursos preestablecidos.

¿Qué genera esa situación?

Que yo le quito recursos a Atención Primaria o a Medicina interna, y los que tengo no están bien formados. Esto implica que, al montar los turnos en Urgencias, tengo que poner a un médico veterano con uno de los jóvenes, porque estos últimos se deben formar de manera progresiva en áreas como traumatología, patología cardíaca y respiratoria o en RCP (reanimación cardiopulmonar), pues no han adquirido esos conocimientos mediante una especialidad. Lo peor es que es que arrastramos esta situación desde hace mucho tiempo, no se toman las medidas adecuadas y se está agotando el sistema. Ni se da salida a la vocación de compañeros, ni resolvemos bien con los que tenemos y tampoco va a haber un recambio generacional para los servicios de Urgencias y Emergencias. Y eso al final repercute en la atención a la población.

De continuar así, ¿podría llegar a darse un problema asistencial?

La tendencia nos acerca a esa posibilidad. Estamos viendo que nos aproximamos al precipicio, y no frenamos ni somos capaces de cambiar de sentido.

Si la necesidad apremia, ¿por qué no se aprueba la especialidad de Medicina de Urgencias y Emergencias?

Es una decisión absolutamente política. En estos momentos, no hay otra explicación. Todos los profesionales reclamamos la especialidad por una cuestión de formación. No necesitamos un título de especialistas, no buscamos eso, y tampoco un aumento de sueldo ni cualquier otro tipo de estrategia. Yo tengo hasta la categoría de Médico de Urgencias Hospitalarias, podría estar tranquilo. Pero es que nuestra responsabilidad, como profesionales sanitarios, es dar la mejor atención a la población. Y eso implica que exista una formación homogénea en todo el Estado por la vía MIR, y no mediante una superespecialidad. Es como si yo soy pediatra, y en vez de hacer una superespecialidad en Neonatología, me hacen especialista en Hemodinámica. Nadie se lo plantearía. Solo pedimos que los profesionales de Urgencias y Emergencias reciban la misma formación en A Coruña, Madrid o Lleida. No estamos inventando nada nuevo. Esto es algo que en Estados Unidos, Australia, Francia, Alemania o Reino Unido está regulado desde hace muchos años.

"Los profesionales de Urgencias y Emergencias fuimos el 'colchón' sanitario cuando la presencialidad era prácticamente la excepción"

Ciertas sociedades médicas, principalmente de Atención Primaria, se oponen a que exista esa especialidad. ¿Cómo se entiende?

Son tres sociedades de Atención Primaria las que se muestran contrarias a que se dé luz verde a nuestra especialidad. De hecho, recientemente una treintena de sociedades de diferentes áreas médicas se manifestaron a favor. Que haya una especialidad de Medicina de Urgencias y Emergencias no va a provocar una fuga de facultativos de Atención Primaria a las Urgencias, y nosotros tampoco queremos retraer recursos de ese nivel asistencial. Solo necesitamos una serie de residentes para formarlos en nuestros servicios.

En este contexto, y tras año y medio de pandemia de COVID, ¿cómo están los ánimos entre los profesionales de su Servicio?

Los compañeros están cansados, más aún por el hecho de que la falta de recursos a veces impide dar algún permiso. En general, a los profesionales que trabajamos en el ámbito de la Medicina de Urgencias y Emergencias nos enfada mucho la actual situación. Durante la pandemia, no hemos dado un paso atrás, al contrario. Aquí todo fue presencial, fuimos el colchón del sistema sanitario cuando la presencialidad era prácticamente la excepción. Estuvimos siempre ahí. Por eso nos parece una falta de respeto absoluta que el exministro Salvador Illa nos hiciese una promesa, en ese momento, y no se haya cumplido. Y que el 27 de mayo se conmemorase el Día de las urgencias y emergencias, hubiese una petición expresa y reiterada de todos los servicios del país y el Ministerio de Sanidad haya tenido la desfachatez de ni siquiera convocarnos a una reunión, es un desprecio total hacia los profesionales de los servicios de Urgencias y Emergencias. Algo inaudito en un sistema occidental y maduro como el nuestro, y, sobre todo, una falta de consideración con los ciudadanos.