Carlos Falcó (Sevilla, 1937) planta cara a la crisis con la misma naturalidad que rememora su amistad con el Rey o aplaude la vitalidad de su prima la Duquesa de Alba. "Yo nací en el Palacio de Dueñas", comenta el marqués de Griñón, quien apela a la creatividad española para sortear las dificultades económicas. Además, enarbola la bandera del lujo como fórmula para crear empleo. Desde mayo de 2011 preside el Club Fortuny, dedicado a promocionar en todo el mundo las marcas españolas de alta gama, es decir, de lujo.

Sin olvidar su faceta como productor de selectos vinos y aceites de oliva. Carlos Falcó ha sobrevivido a tres matrimonios y a tres divorcios, tiene cinco hijos y hace gala de una salud de hierro.

"Siempre he mirado mucho lo que como y lo que tomo", asegura el exmarido de Isabel Preysler y padre de Tamara, quien además de compartir cacerías con don Juan Carlos comparte médico, el doctor Ángel Villamor.

-Sufragio universal, libre, directo y secreto, ¿recuerda la primera vez que habló con el Rey de las bondades de la democracia?

-Lo hacía cada vez que regresaba del internado de Lovaina. Cuando íbamos a cazar le decía que el futuro de España pasaba por la democracia. Él, en aquel momento, no tenía ningún poder. Era un príncipe nombrado por Franco y se limitaba a recabar información para ver cómo se podían volver a unir las dos Españas que se habían separado tan violentamente durante la Guerra Civil.

-¿Cómo se tomaba don Juan Carlos sus por entonces proclamas revolucionarias?

-Tampoco eran tan revolucionarias. Yo había fundado en 1957 el Club de La Lechuza, símbolo de la sabiduría según los griegos. Lo fundé mientras estudiaba en Lovaina con otros estudiantes españoles. Lo que queríamos era promover una democracia en España parecida a las que ya había en Europa. Muchos años después lo conseguimos. Para nosotros Europa era fascinante porque España estaba completamente aislada con el régimen franquista. Luego le contaba al Rey nuestras reflexiones tanto de Lovaina como de la Universidad de California (Davis), cuna del movimiento hippy.

-¿Usted ha sido hippy?

-No, pero me divertía el tema. Vi pronto que ese movimiento no iba a ninguna parte, como le ha pasado al 15-M. Con todos sus defectos, me parece que el invento de los partidos políticos es perfecto.

-Los ciudadanos están muy decepcionados con ese invento.

-Lo que falta en España es una sociedad civil que sea fuerte, marque pautas y dé ideas a los políticos. Hay que salir a la palestra: si eres empresario, por ejemplo, y no estas de acuerdo con lo que sucede en Cataluña hoy en día, deberías de salir a la palestra. De nada sirve el estar agazapado para después quejarse. Ese valor cívico, propio de las democracias más avanzadas todavía no se ha desarrollado en España.

-Decir lo que se piensa y actuar como se sienta, tal y cómo hace su prima la Duquesa de Alba, ¿cómo se encuentra doña Cayetana?

-Con una pierna rota, pero con unas maravillosas ganas de vivir y de disfrutar. La última vez que la vi en un restaurante de Madrid acababa de llegar de un viaje con su esposo a un bosque de Birmania. Es extraordinaria. Yo nací en su casa, en el Palacio de Dueñas.

-El Rey con la cadera destrozada y la duquesa con la pierna rota, parece que es usted el único del grupo que no sufre achaques.

-He tenido suerte. ¿Sabe que comparto médico con el Rey?

-Pues además del médico debería usted de compartir con el Rey el secreto de su vitalidad.

-Yo me cuido mucho. Todo lo que como y tomo es sano y procuro que tenga muchos antioxidantes. Tomo selenio para conservarme y se lo he recomendado al Rey en alguna ocasión pero no sé si me ha hecho caso. Cada uno tiene sus fórmulas para cuidarse. Lo cierto es que descubrir las propiedades del selenio fue una revolución.

-¿Y qué tiene de revolucionario un club como el Fortuny?

-No es una cuestión de revolución, es la necesidad de reconvertir una situación como la que vive España, un país tremendamente creativo, para que se ponga al día. Somos fantásticos y nuestro peso dentro del lujo global solo supone poco más de 1 por ciento.

-¿Es entonces el español un mal vendedor de su creatividad?

-El siglo XX ha sido desastroso en Europa y el lujo ha despertado hace 30 años, así que estamos a tiempo para atraer a esas miles de familias de clase media de China, Brasil y Rusia que vinculan la calidad con Europa y no con América. El español tiene las ciudades, la cultura, la gastronomía... lo que hace falta es tener una mentalidad de empresa para vender ese lujo, esa calidad de vida que tiene España.

-¿Somos, entonces, poco emprendedores?

-Probablemente. Mi misión a mi edad es provocar a los jóvenes a que se lancen. Es muy difícil conseguir un empleo, así que les animo a que cojan una maleta y se paseen por el mundo con su invento. Además ahora cuentan con internet, una herramienta que les permite dar a conocer y vender en cualquier rincón del planeta sus ideas. Eso sí que es un lujo.

-¿No es hasta cierto punto amoral fomentar el lujo en estos tiempos de austeridad?

-Yo vivo en el campo y para mí el lujo es disfrutar con unos amigos de una cerveza cuando cae la tarde. El lujo no tiene por qué ser algo caro. Es algo que nos llena de ilusión. Pero además, el mercado del lujo crea puestos de trabajo. Los españoles son de los más entusiastas con el lujo. Valoran al hacer un regalo la calidad, la confianza de la marca que eligen, la belleza y la excelencia.

-Proponga un regalo para la austera Angela Merkel.

-Un buen vino como el Emeritvs o el AAA, dedicado a mis hijas. Además le vendría bien un aceite Oleum Artis.

-Todo de su cosecha.

-Sí, soy buen comerciante porque me divierte. Mi estrategia se basa en hablar y, por supuesto, hablar bien de todos mis productos. Mire, la primera transacción documentada de aceite de oliva está datada hace 5.000 años en Siria. El milagro está en hacer que un producto de lujo de hace cinco milenios siga siéndolo en el siglo XXI.

-¿Será también un milagro el reciente fervor religioso de su hija Tamara?

-¡Vaya usted a saber! A los hijos se les marca un poco la vida al principio y a partir de ahí cada uno hace su camino.

-¿Teme que Tamara se aleje del mundo del lujo que su exesposa Isabel Preysler y usted le han inculcado y se entregue a la austeridad cristiana?

-No, no lo creo porque además ambos conceptos, lujo y austeridad, no están reñidos. Desde luego, mi hija Tamara es un gran lujo.

-Deme una razón para convencer a los miles de ciudadanos que sufren la crisis de que la Marca España es un lujo.

-La Marca España es Nadal, Fernando Alonso, la selección española de fútbol, los motoristas de la GP, un buen vino español, cualquier ciudad del país, la gastronomía? El lujo, insisto, es una fórmula más para acabar con el paro.