Un faro para toda la Humanidad

Se cumplen 15 años de la declaración de la Torre como Patrimonio Mundial tras un proceso que nació del entusiasmo de unos pocos, duró años y con el que la ciudad entera se volcó

Una gaviota descansa frente a la Torre de Hércules.   | // VÍCTOR ECHAVE

Una gaviota descansa frente a la Torre de Hércules. | // VÍCTOR ECHAVE

“Hoy el mundo ha dicho que A Coruña es de todos, que es patrimonio de la humanidad. Los coruñeses no tienen límites”, manifestaba un día como hoy Javier Losada, entonces alcalde coruñés, tras hacerse efectiva la declaración de la Torre de Hérculescomo Patrimonio Mundial de la Humanidad. La exclamación sugería tanto euforia como alivio. Atrás quedaba un largo proceso que duró años, en el que de paso se consiguió hermanar el faro romano con la neoyorquina Estatua de la Libertad e implicar a toda la ciudadanía con el que ya entonces era su símbolo indiscutible.

Los técnicos de la Unesco demoraron el veredicto todo el día. “Fue el 27 de junio a las 18.26 horas exactamente. No lo olvidaré jamás. Hubo mucha discusión y muchas competidoras. La Unesco intentaba cambiar sus prioridades hacia países emergentes y era la primera vez que acudíamos. Fue una jornada intensa, de mucha tensión”, recuerda hoy Losada. El alivio tras el dictamen se manifestó en las lágrimas del alcalde en Sevilla, desde donde se cocinó la decisión, y a miles de kilómetros, en la plaza de María Pita, donde cientos de coruñeses se congregaron para compartir la euforia. Como en los ascensos del Dépor, la ciudadanía recibió la declaración como un triunfo colectivo, identitario. “Siempre quisimos que fuese un proyecto ciudadano, que la ciudad se viese involucrada. Hicimos decenas de intervenciones en las que el protagonista era el coruñés”, rememora el alcalde.

Y la ciudad respondió como solo A Coruña sabe hacerlo con sus causas: carteles de apoyo en las ventanas, caminatas populares, iniciativas en los colegios y hasta un “concierto de campanas” al que sumaron sus redobles todos los campanarios de la ciudad. Por el camino, el hermanamiento con la Estatua de la Libertad, que hace que hoy las dos ciudades atlánticas se miren con cariño a ambos lados del Océano. Un proceso, no obstante, que pese al final feliz no fue siempre coser y cantar.

La semilla de un pionero

“Había quien le decía que era una aventura que no iba a ninguna parte, pero hubo quién creyó en el proyecto y eso fue suficiente”. Habla Beatriz Pérez-Coleman, viuda del primer soñador que vio en la Torre algo más que un faro romano: una pieza valiosa de la historia de la Humanidad. Fue el doctor José Luis Vázquez Iglesias, Manito, que en 2001 fundó el Instituto Torre de Hércules con la única pretensión de impulsar una candidatura en la que al principio no todos creían. Manito falleció dos años antes de ver cumplidos sus anhelos. “Para nosotros fue un día agridulce porque él no estaba”, recuerda su mujer, que aun así manifiesta que el trago mereció la pena. Aún hoy lo hace. “Era un proyecto que le tenía ilusionado, era incansable. Vivió 60 años pero fueron como 100 de otra persona. No tenemos más que agradecimiento al pueblo de A Coruña por cómo se volcó”, cuenta Pérez-Coleman, que en todos estos años no ha dejado de engrosar la colección que el doctor iniciara en vida en torno al faro romano y que conserva en su casa de Mera, que mira, cómo no, hacía el faro de sus amores. Allí se reúne con sus nietos cada fin de semana para observar la que ellos mismos acuñaron para la posteridad como “la Torre del abuelo”. Quien sí pudo ver completada la aspiración fue su gran compañero de travesía, Segundo Pardo-Ciórraga, que tomó las riendas del instituto tras el fallecimiento de su colega y que pudo celebrar el éxito. “Me llamó emocionado aquel día, cariñosísimo como él era. Era como de la familia”, recuerda Pérez-Coleman.

Los deberes por hacer

El entusiasmo que emanaba del Instituto de la Torre acabó contagiándose a la ciudadanía, pero no siempre hubo confianza generalizada en el proyecto. “Ellos promovieron la candidatura desde el principio. En su momento no había tanto apoyo como pueda parecer, había quien la consideraba una coruñesada. Después fue cogiendo impulso y apoyo, se vio como algo más allá del localismo, como patrimonio del Atlántico. Es el monumento romano más occidental”, explica el catedrático coruñés Alfredo Vigo Trasancos, autor de numerosos trabajos en torno al faro y que en su momento recibió la llamada del Instituto de la Torre para unirse a aquella misión de audaces.

El historiador Jorge Gómez Iparraguirre, bajo su tutela y la del arqueólogo José María Bello, se puso manos a la obra para redactar las propuestas que consolidasen las aspiraciones de la Torre de Hércules y a materializar su alianza con la estatua neoyorquina. De esa semilla nacería el apoyo municipal y el de la Autoridad Portuaria, la unanimidad en el Parlamento autonómico y el compromiso del Congreso a impulsar la candidatura. La implicación ciudadana fue creciendo a lo largo de todo el proceso, conforme cristalizaban las opciones del faro, y, 15 años después, no hay dudas sobre la pertinencia de su declaración.

Sí quedan, señala Vigo Trasancos, una serie de “deberes por hacer” en lo relativo al mantenimiento y a la promoción del faro, que el catedrático insta a atender. Ya entonces, los técnicos de la Unesco hicieron constar su recomendación sobre la mejora del plan de gestión del monumento y la necesidad de apurar su proyecto para el centro de interpretación. Hoy sigue siendo una cuenta pendiente.

“El centro de interpretación, hoy, no está a la altura del monumento. Tampoco puede estar la Torre llena de carteles. La gente tiene que saber lo que está viendo, pero se debe explicar de una forma discreta y atractiva, actualizada”, manifiesta el experto, que no oculta su preocupación sobre algunos defectos de mantenimiento del símbolo que pueden dañar su valor patrimonial, como el estado de sus paredes interiores. “La Torre por dentro se está deshaciendo. No sé si para protegerla de la humedad se resecó la estructura, pero eso está afectando para mal. Si nadie hace nada, en 200 años tendremos un montículo de arena donde está la Torre”, advierte.

Otra de las afecciones que la falta de mantenimiento ha ocasionado al faro es la desaparición del texto grabado en tinta sobre piedra por el ingeniero Eustaquio Giannini, responsable de la restauración del monumento en el siglo XVIII, hoy ya inapreciable. “Eso me dejó perplejo. Ocurrió ya después de la declaración de la Unesco, y es un auténtico drama. La Torre tiene la ventaja histórica de ser un monumento firmado por el arquitecto que la diseñó en la época romana y por el ingeniero que la restauró en el XVIII. Eso ya no existe, se borró. Debería recuperarse”, anima.

Un día para celebrar a la Torre

Entorno de la Torre de Hércules, en A Coruña, un día soleado de primavera.

Entorno de la Torre de Hércules, en A Coruña, un día soleado de primavera. / Carlos Pardellas

El Concello ha programado actividades culturales para conmemorar el aniversario que comienzan hoy en la explanada de la Torre con un acto conmemorativo en el que intervendrán Pedro Pasantes, último farero, y familiares de Segundo Pardo-Ciárroga y Vázquez Iglesias, entre otros. Durante la noche, el faro se iluminará de azul con motivo de su aniversario.

El sábado 29 llegará el teatro al pie de la Torre, con la representación de A lenda de San Amaro y Medea de Eurípides, por Noite Bohemia (17.00 y 21.00 horas). Quien quiera podrá participar en el programa de recreaciones históricas Ave Crunia, con actividades en torno a la vida social y cultural romana.

El 1 de agosto se inaugura Reverberos, del artista Berio Molina, dentro de la Torre, con conjuntos esculturales sonoros. La Asociación Cultural Alexandre Bóveda pondrá en marcha la Festa Amergin de Poesía Atlántica los días 27 y 28 de agosto, con varias actividades dentro de su programación propia. Los mismos días se desarrollarán visitas guiadas infantiles a la Torre, para niños entre 8 y 12 años y con entrada gratuita.