Portugal se tambalea ante Georgia

El equipo debutante sorprende al grupo de Roberto Martínez, que jugó con suplentes

Mamardashvili atrapa un balón ante Gonçalo Ramos. |  // GEORGI LICOVSKI

Mamardashvili atrapa un balón ante Gonçalo Ramos. | // GEORGI LICOVSKI

joan doménech

Iba a ser un monólogo de Portugal y, efectivamente, resultó ser así. Lo que no era imaginable es el rotundo triunfo de Georgia ni muchos menos la gesta que protagonizó. La única debutante del torneo pegó un petardazo gracias a la victoria histórica que le brindó la clasificación para octavos como tercera de grupo. No significó ningún daño para Portugal más allá de la herida en su reputación y la vergüenza de una derrota fea. La primera en partido oficial de Robert Martínez, el número 13.

Fue un partidazo de Georgia, No hubo mayor secreto que un equipo ordenado y bien organizado, defensivo, concentrado y atento que disputaba el partido de su vida. Protegido atrás por un porterazo llamado Giorgi Mamardashvili, el que más para de la competición, y resolutivo delante con las otras dos estrellas: Khvicha Kvaratshkelia, que ya era famoso en el mundo entero, y Giorgi Mikautadze, desenfocado en Metz. Uno mantuvo el cero, fundamental, y la pareja se repartió los goles desnudando a la defensa de Portugal y creando un complejo de por vida al pobre António Silva. El defensa del Benfica dio la mala cesión que originó el 1-0, gestado por el tándem georgiano, y dio la patada a Kiteishvili que, VAR mediante, significó el 2-0.

Martínez hizo como Luis de la Fuente, privilegiados ambos con el primer puesto garantizado, y no desecharon la prerrogativa de ganarse la satisfacción de los suplentes. Alegró a unos cuantos para escribir la alineación el técnico de Balaguer. Pero acabaron todos enfadados y crispados. No pudo sentar al agonías de Cristiano Ronaldo, obsesionado con los números y los récords. Le falta el del goleador más veterano. Lo tenía el austriaco Ivica Vastic y ahora lo tiene Luka Modric.

Cultivando la ansiedad en cada minuto que pasaba, entre la inoperancia de sus compañeros y la escasez de remates que pudo llevarse a las botas —una falta que rechazó Mamardashvli, dos tiros bloqueados por cuerpos rojos que se tiraban a interceptar el balón— la tomó con el árbitro porque no le concedió un penalti por un agarrón continuado. Pedro Neto la vio por simular una falta al borde del área, con la que obsequiar al jefe.

Jugaron los suplentes, y entre ellos apareció João Félix, cero minutos hasta el inicio del encuentro. Inédito continuó durante el primer tiempo, con dos acciones que despertaron el “oh” del público y nada más que contar. Extraviado, desacostumbrado a tener una parcelita propia en el prado, iba moviéndose sin rumbo.

No fue un mal exclusivo de João Félix. El cóctel del once titular, de tan agitado que quedó, alteró las rutinas del juego. Mal plantada en el campo, los jugadores no se encontraban entre sí, como si fuera la primera vez que jugaban juntos. En verdad era así. Trataban de pasársela a los que vestían de celeste —tono aproximado para describir el color luso del equipaje— pero se miraban sin saber si uno iba o venía. Más desordenado que asimétrico, Portugal acabó bailado.