25 años en blanquiazul: “El Deportivo es una religión”
Los socios del Deportivo reciben su insignia de plata: “Significa mucho, me ayudó en momentos en los que yo estaba mal”, explica María Isabel desde Riazor
Es parte de su vida. De su día a día. Una “religión” o una “reunión familiar” a la que no se puede faltar cada fin de semana. El Deportivo no es solo un equipo de fútbol, es mucho más para una sociedad que late en blanquiazul. Y este jueves, algunos de sus socios más fieles, los que cumplieron 25 años esta misma temporada, recibieron su reconocimiento en Riazor de la mano del presidente Álvaro García Diéguez y una comitiva formada por varios exfutbolistas y consejeros, entre los que se encontraban Donato, Dani Mallo, Carlos Ballesta o José Vicente Fernández.
Manuel Núñez y David Mosquera son primos. El primero cumplirá 26 años en dos meses y ya tiene su insignia de plata. “Arrancó con mi abuelo, él me pegó esto, a mí y al resto, se apura mucho a hacernos socios, lo somos casi desde el día que nacemos”, explica. Acude siempre con su familia, todos juntos en la misma fila. Lo corrobora David, que explica que “el Dépor es una religión” que disfrutan en grupo: “Igual que unas familias se reúnen para comer, nosotros lo hacemos para ver los partidos”. Ahora acude con su hija: “Poder compartirlo con ella me lo llevo para siempre”.
Begoña Losada tiene 48 años, aunque desde los 15 acudía a Riazor. “Entonces las entradas valían 500 pesetas. El fútbol siempre me encantó. Estudiaba en las Esclavas y en los recreos nos acercábamos a ver los entrenamientos”, explica. Ahora “inculca” ese sentimiento a sus hijos: “también son socios y esta es la primera vez que viven algo positivo, han sufrido mucho más que yo, pero se saben todas las alineaciones históricas del club”.
El Dépor, para algunos, forma parte importante de sus vidas porque fue una bocanada de aire cuando la vida más les ahogaba. “Significa mucho, me ayudó en momentos en los que yo estaba mal. Ir al campo, viajar con el equipo a ver los partidos... a mí me ayudó muchísimo”, explica María Isabel Rodríguez. Acude al estadio con su hermana. Empezó yendo con el carnet de su sobrino, quien desgraciadamente ya falleció, pero en aquellos años acudiendo a Riazor con su abono les “entró el gusanillo” y no se lo pensó.
Iván e Iria son pareja y también asisten a los partidos juntos. “Hoy (refiriéndose a ayer) vengo en representación del cuñado, a mí me quedan dos añitos”, bromea ella, quien vivió su primer partido “el día que ardió la cubierta de Riazor”, en un ascenso, como para no quedarse más. “Me llevó mi abuelo y desde aquella siempre”, explica. Iván lo describe como “una relación amor-odio”. Pero su vida es imposible de entender sin el Dépor: “Planeamos el fin de semana según los partidos”. Destacan, en especial, los recuerdos en los viajes y el año de puntos en Segunda: “Lo pasamos muy bien viajando todas la semana”. Ahora, además, se han unido sus hijos y van en familia. Una vivencia “muy bonita”. Una herencia.
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