Los horarios lastran el relevo generacional en la veterinaria: “Se vive bien, pero exige mucho”

La asistencia clínica en explotaciones ganaderas compite con otras salidas más populares y con condiciones más amables u Los profesionales aseguran que el sector ha ido a mejor

La veterinaria Izadora Baldo, durante sus prácticas en una explotación ganadera. |   // CEDIDDA

La veterinaria Izadora Baldo, durante sus prácticas en una explotación ganadera. | // CEDIDDA

Javier Ramos

Los veterinarios son una figura clave para el correcto funcionamiento de las explotaciones ganaderas. Profesionales de la salud con plena disponibilidad para atender las contingencias de las miles de granjas que pueblan toda la geografía gallega. Desde la más pequeña explotación para autoconsumo a la gran industria láctea, su presencia es necesaria para cuidar del bienestar de las cientos de miles de cabezas de ganado registradas en Galicia. Pese a su papel fundamental en la cadena de producción, la profesión también padece un mal endémico en el rural gallego: la falta de relevo generacional.

Decenas de estudiantes completan su formación como veterinarios en la Universidade de Santiago de Compostela (USC) cada año —se ofrecen 110 nuevas plazas por curso— pero pocos optan por una salida profesional vinculada a la práctica clínica en explotaciones ganaderas. Varios factores explican este hecho, entre los que cabe mencionar el mayor peso de otras vocaciones, unas condiciones laborales exigentes y, en buena medida, la pervivencia de antiguos mitos sobre la profesión.

“Ahora se trabaja de otra manera”, asegura Elena Raposo, veterinaria que ejerce en la provincia de Lugo desde hace más de veinte años. Ella, que anteriormente trabajó como parte de una cooperativa y ahora lo hace de forma autónoma, atiende de forma regular a más de cien explotaciones en municipios rurales como Begonte o Xermade. Allí ha podido comprobar en primera persona como hay “gente muy mayor” al cuidado de granjas, una casuística que puede extender a la de su propia profesión.

Raposo ejerce de forma coordinada con otros equipos de veterinarios, lo que le permite poder trabajar tan solo dos fines de semana al mes y repartir los turnos de guardias nocturnas, algunos de los aspectos que más rechazo causan a la hora de captar nuevos profesionales. “Para nada”, responde, ante la pregunta de si es fácil atraer talento joven. La mayoría de los que se incorporan, advierte, lo hacen en agrupaciones de defensa sanitaria o en el ámbito de reproducción, actividades con una agenda más planificada y menos susceptible de complicaciones en el día a día.

A las dificultades de conciliación suma otros problemas que lastran la incorporación de nuevos veterinarios. Y es que, en su opinión, a diferencia de las clínicas con animales de compañía, la práctica con explotaciones ganaderas todavía carga consigo cierto “rechazo” social y “no está valorada suficientemente”, pese a los avances de los últimos años.

Raposo sostiene que el bienestar del ganado es cada vez mayor, fruto de una legislación garantista y una consiguiente evolución de la sociedad, además de reivindicar que el contacto con la naturaleza, el estar en movimiento constante y el trato con animales son algunas de las virtudes de su labor como veterinaria. Incluso recalca que, en el ámbito de atención a explotaciones ganaderas, la representación de género se aproxima cada vez más a la muestra, ampliamente feminizada, de los estudios universitarios de veterinaria. “Ya no te miran raro ni te dicen ‘niña, ¿tú qué haces aquí?’”, afirma.

Desde la universidad también coinciden en apreciar la mejora de las condiciones de la veterinaria clínica. El decano de Veterinaria de la USC, Gonzalo Fernández Rodríguez, subraya que, aunque se arrastran ideas preconcebidas, el creciente asociacionismo en el sector favorece que haya más facilidades para quien se incorpora a este sector.

No obstante, manifiesta que el futuro está “cada vez peor”, dada la alta cantidad de profesionales que se retirarán en los próximos años. Por este motivo, y ante la imposibilidad, por “un tema de calidad”, de aumentar arbitrariamente el número de plazas ofertadas de una carrera siempre cotizada, se han visto obligados a buscar alternativas que favorezcan la apuesta por esta salida.

Entre ellas, comenta la colaboración con centros agrarios de formación profesional que permite que, cada año, se incorpore de forma directa una treintena de alumnos ligados con formación previa en ganadería y que son más proclives a optar por la veterinaria clínica en explotaciones. “Sería necesario todavía más”, declara el decano, que admite que las elecciones de sus alumnos son un “reflejo de la sociedad” gallega, cada vez más urbanita, lo que lleva a un mayor interés por el cuidado de animales de compañía o prácticas más alejadas de la ganadería.

Entre los estudiantes, las opiniones son dispares. Izadora Baldo, que en la actualidad prepara su tesis, señala que su intención cuando termine “es trabajar con ganaderías”, pero en el ámbito del asesoramiento genético y reproductivo. Es decir, más desde un punto de vista de gestión que clínico. Pese a ello, matiza que cada vez está más igualado el número de alumnos que escogen ganado bovino o equino y no optan por clínicas de mascotas o de animales de menor tamaño.

Baldo es consciente de que, en ganadería, con frecuencia los horarios son peores y considera que muchos prefieren la “comodidad” de no tener que dormir con el móvil pegado a la mano por si llega una llamada para auxiliar un parto de madrugada. A pesar de esto, insiste en que, aunque antes tenía idea de volverse a Brasil al término de sus estudios, ahora quiere quedarse en Galicia, que considera “un lugar estupendo para empezar a trabajar”.

Por su parte, Elena Ruiz, otra estudiante que ultima su TFG estas semanas, replica que su idea es presentarse al VIR, una suerte de programa de formación especializada que compagina estudios y prácticas en dinámica rotatoria en un servicio hospitalario para animales. Esta fue su principal vocación desde un principio, aunque admite que, tras su paso por la carrera, ha comprobado que no le “disgusta” el trabajo en ganadería.

Suscríbete para seguir leyendo