Opinión | inventario de perplejidades

Sobre la máquina del fango

En unas recientes declaraciones a un periódico amigo (haber por cuánto tiempo) el presidente del Gobierno culpa de la crispación política a la “máquina del fango” que maneja el PP con la soltura habitual. Según Pedro Sánchez, la susodicha máquina se alimenta de bulos, luego difundidos por las redes sociales y, por último, acogidas como verosímiles por el partido que ahora preside Núñez Feijóo. Y este presentó formalmente denuncia a sabiendas de que le consta su falta de entidad penal.

El ocupante del palacio de La Moncloa estima que esta nueva bronca parlamentaria es un episodio más de la no aceptación por el Partido Popular de la legitimidad del gobierno de Sánchez que, al no alcanzar la mayoría absoluta, recurrió a otras formaciones para conseguirla. Y lo que es peor aún, aceptando el infamante papel de “compañero de viaje” (latiguillo de uso frecuente en el periodismo franquista para aludir despectivamente a los incautos que se dejaban arrastrar por los “cantos de sirena” —otro latiguillo— de la subversión clandestina). Podía el señor Sánchez haber escogido una expresión más risueña y no esa horrible de “máquina del fango”, de cuya existencia confieso no saber nada. ¿Qué es una máquina del fango? ¿Para qué sirve en el hipotético caso de que a algún excéntrico se le haya ocurrido la loca idea de fabricarla? Los funcionarios, las oficinas de marcas y patentes están cansados de tramitar expedientes para certificar, cuanto menos, iniciativas delirantes. Algunas como las que publicaba el semanario satírico La Codorniz. Un delirio de tubos, mangueras, ruedecillas, clavos, tornillos, arandelas y cualesquiera piezas metálicas, hasta llegar al final del proceso, dando salida a un chorrito escueto que era el resultado final de tanta agitación. En definitiva, lo que en tierra de cristianos entendemos como el “parto de los montes”. En el lenguaje figurado, arrastrarse por el fango equivalía a estar chapoteando en la miseria.

En el fútbol de mi juventud jugábamos sobre terrenos enfangados en los que era complicado desplazar el balón por culpa del fango. ¿Se refería a eso el presidente del Gobierno? Vete tú a saber. Lo que sí sabemos con toda certeza es que oiremos esa expresión ad nauseam.