Opinión

Más porno en bandeja en Twitter

Elon Musk, dueño de la plataforma X (antes Twitter), ha dado vía libre a la publicación de porno explícito en su red social. Pone de excusa que busca generar “un contenido que refleje las creencias, deseos y experiencias” de sus usuarios. Aquí está bien lo del plural masculino. Los hombres son la mayoría de consumidores. Y ellas, la mayoría de las que están en esas imágenes. La verdad corresponde más a la búsqueda galopante de rentabilizar su nueva red. Quiere más visitas y más dinero. Es curioso que lo presenta como algo asociado a la libertad, mientras es la red donde las feministas son las más vetadas en sus mensajes cuando denuncian la violencia sexual.

Lo cierto es que, de vez en cuando, se había colado porno en X, pero ahora habrá barra libre. Lo bueno es leer la letra pequeña de sus normas. Dicen admitir imágenes pornográficas reales, de dibujos animados y de inteligencia artificial, sin tolerar “explotación, falta de consentimiento, cosificación, sexualización o daño a menores”. Lo que no explican es cómo asegurarán estas contradicciones, sobre todo cuando la pornografía se ha convertido en un pilar sobre el que se sostienen grupos criminales de explotación sexual. ¿Cómo es un porno sin sexualización ni cosificación? ¿Cómo controlarán cuando a mujeres refugiadas las chantajean dando comida a cambio de grabarlas? ¿Cómo sabrán que hay consentimiento y no, por ejemplo, porno venganza? ¿Cómo explicar que dan alas a la misma inteligencia artificial que es cuna de los deepfakes, montajes donde muchos padres y madres han visto las caras de sus hijas integradas en grabaciones porno? ¿Cómo asegurar que los menores no verán ese contenido cuando ahora, de ninguna forma, comprueban la edad de sus usuarios? X va camino no solo de ser pozo de desinformaciones de ultraderecha, sino de ser un escaparate sexual, con aspiraciones de convertirse en el próximo OnlyFans.

Esto no va de puritanismo ni de libertad, sino de vulnerabilidad. Que cuanto más advierten especialistas o instituciones de las consecuencias del porno como adicción, más accesible lo hacen. No sé si el aumento de los últimos años de adictos al porno, con secuelas importantes, agradecerán esta iniciativa. Tampoco los menores que van ahora a terapia y que les ha fastidiado su vida sexual de adultos. Ya no sienten placer, ya no se excitan, salvo si el porno lleva cargas de violencia extrema. Fiscalía ya advirtió del “alarmante” incremento del 116% de las agresiones sexuales perpetradas por menores en España en los últimos cinco años.

Hace unas semanas, la periodista Sara Carbonero compartía como madre la inquietud de que ya estamos ante la primera generación porno de la historia. Y decía: “No caigamos en eso de mi hijo nunca lo haría, porque le haremos un flaco favor. Si no les protegemos nosotros, los adultos, ¿quién lo va a hacer?”. Y es una reflexión valiente, porque seguro que alguien que haya leído este artículo dirá que a los suyos nunca les pasará. Hasta que ocurre. Y luego ya es demasiado tarde.