Opinión | Crónicas galantes

España y el fútbol de colorines

Dos extremos nacidos en Esplugues de Llobregat y en Pamplona son el principal argumento para que España pueda superar mañana a Alemania en la Eurocopa.

Catalán el uno y vasco-navarro el otro, Lamine Yamal y Nico Williams comparten, además de su diabólica habilidad con la pelota, apellidos exóticos y un tono de piel más oscuro que el de la mayoría de sus conciudadanos. Hasta los xenófobos irredentos admitirán que esta pareja es un visible ejemplo de los beneficios de la inmigración.

No son la única nota cosmopolita en una selección que ha deslumbrado por su juego a casi todos los críticos de buen paladar para el fútbol.

Cosa nunca vista en este país desde las invasiones de Napoleón, los españoles enemigos del gabacho aceptan también con naturalidad a los dos futbolistas de origen francés que pueblan su defensa. Uno de ellos, Laporte, se llama además Aymeric, como aquel lejano Aymeric Picaud que allá por el siglo XII escribió el Códice Calixtino: primera guía del Camino de Santiago que vertebró Europa.

Más allá de la anécdota, estas curiosidades balompédicas reflejan sobre el terreno los cambios que ha experimentado en los últimos años la sociedad española, por fin abierta al mundo. El fútbol de colorines de su selección es solo una muestra.

Otros socios europeos, como Alemania o Francia, un suponer, se nos habían adelantado en este aspecto por la mera razón de que son más ricos y llevan más años atrayendo trabajadores. Aquí todavía estamos en el primer curso de cosmopolitismo, pero bien se ve que progresamos adecuadamente.

Aun así, no será empeño fácil el de dejar fuera de juego a Alemania, potencia económica y futbolística que además juega en casa. Fue un inglés, Gary Lineker, el que en su día ensalzó el poderío teutón al definir el fútbol como un juego de lo más sencillo. Consiste, venía a decir, en que “veintidós jugadores corren detrás de un balón durante 90 minutos: y al final siempre gana Alemania”.

Exageraba un poco Lineker. En realidad, Brasil tiene una copa más; pero no es menos cierto que en el Mundial de hace diez años los alemanes arrasaron por 7-1 a los brasileiros, organizadores de la competición. Más que un partido aquello parecía una invasión de la portería contraria, en la mejor tradición de Prusia.

Ahora es Alemania la que juega en su propio terreno, como ya se dijo; y todo conspira a favor de los anfitriones de la Eurocopa. Juega Alemania con la misma fiabilidad que sus robustos coches y su afamada maquinaria, sin más que infundir al adversario la convicción de que no podrá ganar.

Frente a tan poderosa máquina, el combinado español ha rescatado el viejo y ya un tanto olvidado fútbol por las bandas. Ahí es donde los chavales Yamal y Williams podrían desnivelar el campo a favor de España, país poco extremista que ha redescubierto la utilidad de los extremos (en el fútbol, naturalmente).

Lo mejor que se puede decir de esta selección de españoles multicolores es que su triunfo no sería en modo alguno una sorpresa. Aunque pierdan, ya se han ganado el favor del público al devolverle la diversión y el espectáculo a la grada. Ventajas, sin duda, del cosmopolitismo que finalmente ha llegado a la Península.

Suscríbete para seguir leyendo