Opinión

¡Viva el aire acondicionado!

Escribo este artículo desde las islas Pitiusas. Días con temperatura agradable, lo que contrasta con los calores de hace un año, cuando sufrimos el mes de junio más caluroso desde que se tienen datos. Las actuales temperaturas desconciertan a aquellos que aseguraban que este verano iba a ser un infierno. A pesar del calentamiento global evidente, el clima fluctúa caprichoso por motivos que a un neófito como yo se le escapan.

Está claro que no en todas partes ocurre lo mismo. En Atenas, donde tengo a unos amigos haciendo turismo, las temperaturas alcanzan los 38ºC o 40ºC. Según los expertos, el cuerpo humano tiene una temperatura crítica de entre 40ºC y 50ºC. Recordemos la tragedia del mes de junio en La Meca, donde murieron más de 1.300 personas que no pudieron soportar las temperaturas superiores a 50ºC.

Todo esto viene a cuento porque he leído que Willis Haviland Carrier, un joven ingeniero americano, al cual un servidor beatificaría o le pondría una calle‒, inventó una máquina para quitar la humedad hace más de 120 años, y que con el tiempo se desarrolló como lo que hoy conocemos como aire acondicionado. Un aparato que, aparte de quitarnos el calor, provoca serios enfrentamientos con personas que no lo soportan. Yo soy un fan absoluto del aire acondicionado, y no me importa disfrutarlo a todas horas; sin embargo, hay personas que lo detestan y que incluso menoscaba su salud. Por esta razón algunas parejas duermen separados o uno de los dos pasa la noche en vela para que el otro pueda dormir. Nunca olvidaré la noche que, en pleno verano, pasé en el camarote de una barca. La temperatura acumulada durante las horas de sol hizo de aquella embarcación un insufrible microondas. Nunca más. Donde haya refrigeración que se quite todo lo demás.

Hay quien dice: “Pero si antes sobrevivíamos sin aire acondicionado”. Es cierto. Y sin neveras y sin muchísimos inventos que afortunadamente ahora nos hacen la vida mejor. ¡Viva el aire acondicionado! Eso sí, dicho con la boca pequeña, porque, vaya paradoja, contribuye lamentablemente al calentamiento global.

Suscríbete para seguir leyendo