Los jubilados que ‘supervisan’ obras ya tienen torneo oficial

Ciudadanos de todo el mundo pueden presentarse hasta mañana al campeonato internacional de ‘umarell’, como se llaman en Italia

Un hombre curiosea una obra.  | // MARTA G. BREA

Un hombre curiosea una obra. | // MARTA G. BREA

Adriana Quesada

No hay buena obra de construcción que no tenga, normalmente, a un par de hombres jubilados observando cómo los obreros realizan su trabajo desde detrás de las vallas de seguridad. Estas personas pasan parte del día allí en un momento de reunión con otros vecinos en el que tienen la oportunidad de socializar y observar el espectáculo que les brindan los trabajadores que están reformando o construyendo espacios. En Italia esta conducta tiene un nombre: umarell, umari en plural. Es así como describen a personas, normalmente de edad avanzada, que se paran para observar a gente trabajando. Es un comportamiento que no pertenece en exclusiva a ningún país o cultura, es internacional y, por ello, ya tiene su propio premio por el que reconocen el gran trabajo que hay detrás de estas personas: el campeonato Di Umari.

“Los edificios son los árboles de nuestro tiempo”, señalan en la página web oficial del campeonato —diumari.com—. Y es que en cada calle y esquina hay estas construcciones que vemos ya erigidas desde siempre y que, algunos, vieron cómo obreros y trabajadores luchaban por levantar ladrillo a ladrillo. “Son muy fáciles de ignorar porque son algo común y, en un inicio, no ofrecen nada que llame nuestra atención. Pero la atención es fractal, si despiertas a la ciudad, la ciudad despertará a tu alrededor”, aseguran.

El tiktoker y creador de contenido Pau García compartía un vídeo en el que explicaba cómo pueden hacer personas de cualquier edad para poder ganar este premio: “Solo tienes que buscar una obra cerca de tu casa y elegir una de las tres categorías”, indica.

La primera es hacer un dibujo o foto de la obra que se está viendo, la segunda es hacer una lista en la que se apunte lo que se ve y cree que no se está haciendo bien y la tercera, en formato prosa o verso, se basa en escribir una historia basada en la obra que se está contemplando. A partir de estas tres expresiones artísticas basadas en la contemplación de un espacio en obras, el jurado decidirá quienes son los tres mejores umari de todo el mundo.

A pesar de que puede presentarse gente de cualquier edad, lo cierto es que los más jóvenes tienen mucha experiencia que adquirir antes de poder ganar un premio como este. Por ese motivo, para ellos tienen cuadernos donde les muestran los elementos tipos que hay en una obra —camiones, señales, conos...— para que sepan reconocerlos y profesionalizarse dentro de la práctica.

Esta es la primera edición de este premio, aunque no la primera iniciativa que hay para reconocer a los umari, y la primera vez que muchos de los que se quedan horas mirando la obra tienen la oportunidad de ser reconocidos por su dedicación. Algunos de ellos ya han empezado a presentar sus candidaturas, ya que el plazo cierra el día seis de junio.

Spencer Wright es uno de estos valientes que ha decidido presentarse con un texto en prosa:

No te protege realmente de la lluvia,

Pero se ve un poco seco ahí dentro, detrás de la negra y naranja red de prolipolipeno.

Y ahí parado debajo de mi paraguas me puedo imaginar,

Que un poco de protección contra el viento estaría bien.

Un campeonato como este merece jueces que estén a la altura. El primero es Drew Austin, autor de Kneeling Bus, que es una newsletter sobre urbanismo y tecnología; también está Geoff Manaugh, escritor freelance sobre ciudades, diseño e infraestructuras; Henry Grabar, el fundador de Desire Line Studio; Ian Coss, creador del podcast Big Dig; y Mike Newman, cofundador de SHED Studio y profesor adjunto de Arquitectura en la Universidad de Illinois en Chicago.

Italia no solo les ha brindado el nombre, sino que también un reconocimiento que se remonta a 2015. Este año, la ciudad de San Lazzarodi Savena otorgó el premio Umarell San Lazzaro 2015 a Franco Bonini, un premio que le permitió ser director de obra por un día y pasar de ser espectador a protagonista.