El próximo lunes se cumplirán 16 años de la muerte de Aitor Zabaleta y a su asesino solo le faltará por cumplir uno de condena, aunque ya ha disfrutado de permisos y pisado la calle en al menos tres ocasiones. Ricardo Guerra, neonazi y miembro de Bastión, la sección más radical del Frente Atlético, aprovechó precisamente otra de sus salidas de la cárcel para cometer el crimen. Estaba en régimen abierto, con antecedentes por robo con violencia, lesiones con uso de armas y delito contra la salud pública. Dormía en prisión, pero solo de lunes a jueves. Los fines de semana los dedicaba a la "cacería". Como aquel 8 de diciembre de 1998. Había que ensañarse con "los vascos". Tras una emboscada a la peña femenina Izar, cuatro ultras rodearon al seguidor de la Real Sociedad que se había quedado rezagado y que recibió una puñalada mortal directa al corazón. Horas después moría en el hospital. Guerra fue considerado el autor material, único culpable y condenado a 17 años de cárcel, así como a pagar una indemnización de 20 millones de pesetas a los padres de la víctima y otra de 10 para la novia, testigo directo de los hechos.

Bastión, en cambio, quedó sin juzgar. La mayoría de los detenidos fueron puestos en libertad sin cargos. En el banquillo, y siete años después, se sentaron once de los hinchas radicales implicados en los graves altercados de esa jornada en los aledaños del Vicente Calderón, pero no para responder por la muerte de Aitor Zabaleta. Fueron condenados por desorden público, absueltos de asociación ilícita. El Movimiento contra la Intolerancia logró que por primera vez en España los ultras respondieran ante estas acusaciones, aunque sin castigo. Bastión finalmente se desintegró aunque no fue su fin. La mayoría de sus miembros, procedentes de la organización neonazi TNT, se unieron a grupos afines del Frente Atlético -incluso fundaron otro grupúsculo violento llamado Alameda- para seguir asistiendo a los partidos. Desde allí continúan luciendo sus pancartas y banderas y haciendo escarnio público de la muerte de Zabaleta mientras club y árbitros miran para otro lado.

Ignacio Racionero, mano a mano con Ricardo Guerra el día del asesinato de Zabaleta, era uno de ellos. En 2005, sin embargo, fue expulsado por el Atlético tras asaltar el entrenamiento del equipo en Majadahonda, y encararse e insultar a jugadores y entrenadores junto a otros diez ultras. El club negó toda vinculación de los hechos con Bastión y los investigadores quedaron asombrados por la "falta de interés" de este "en castigar a los participantes". El asesino de Zabaleta tampoco detuvo su actividad delictiva ni en la cárcel. En 2012, cuando regresaba de un permiso a Victoria Kent, donde cumple condena en segundo grado, fue sorprendido por la policía intentando introducir en el centro penitenciario 1,6 kilos de hachís.