Opinión | Shikamoo, construir en positivo

¿Odian ustedes?

Tengan ustedes una muy feliz jornada. Ojalá que en la misma vean ustedes satisfechos todos aquellos objetivos que se habían propuesto, y que los hados les deparen una vida fructífera. Alguien me dirá que, “Total, eso que dices no vale de mucho, porque los buenos deseos son gratis”… Y tendrá razón, pero eso no es óbice para expresarlos, ni tampoco menoscaba tal ejercicio, ¿no? Y es que, al fin y al cabo, cuando uno está rodeado de personas más o menos felices, todo es más sencillo. Y, en cambio, cuando los problemas nos acucian y todo es complicado, cuesta más cada gesto y cada acción... Pues eso: ¡que les vaya fenomenal! Queda dicho.

Una vez expresado esto permítanme que les confiese que, desde mi punto de vista, una de las barreras más correosas para tener paz y serenidad —condiciones necesarias para una cierta felicidad— es el odio. Y, por eso, les lanzo ya la pregunta en el título del artículo, sin necesidad de progresar en el mismo… ¿Odian ustedes? ¿Viven atenazados por la inquina? En tiempos en los que el discurso del odio hace estragos, ¿se apuntan a ese carro o, en cambio, prefieren racionalizar las causas de lo malo que otros les hayan podido infligir, sabiendo diferenciar entre las personas y sus actitudes? Créanme que el hacerse estas preguntas es un ejercicio bueno, porque permite dejar atrás el lastre que puede suponer cargar con una mochila demasiado pesada de resquemores, rencores o, directamente, de tirria, abominación, ojeriza, antipatía, animadversión, aversión o aborrecimiento… Todo ello poco edificante y, que como dijo el otro… quita espacio para que corra el aire entre las ideas y las oxigene…

No es baladí que me pregunte hoy por el odio y, en particular, por su exacerbación, porque ayer mismo la ONU celebraba su “Día internacional para contrarrestar el discurso de odio”. Una jornada para mí clave entre las diversas conmemoraciones de tal índole porque, como decía antes, esto de la propagación del odio está ahora de moda. El odio basado en el tópico y en el estereotipo, además, que es el peor. El odio que cercena derechos, lacera las relaciones humanas y destruye cualquier posibilidad de concordia… ¿Me dice usted que cree que no está hoy el odio en el candelero? Le insisto en que sí… Sólo hay que ver qué discursos resultan ganadores a nivel político en Europa y, cada vez más, en nuestro entorno para sacar conclusiones. Pues precisamente en trabajar contra esto se ponen ahora los esfuerzos…

El odio mata, queridos y queridas. No tengan duda. Mata a quien lo profesa, porque su concurso provoca una alteración manifiesta de la funcionalidad de los órganos y sistemas, y lleva a la inflamación, a la hipertensión y a otros problemas de salud que pueden implicar enfermedad a un ser humano. Pero, sobre todo, mata a quien lo sufre, porque los crímenes basados en el discurso de odio existen y han existido siempre. Brutalidades execrables cometidas a nivel colectivo, que van desde el Holocausto nazi hasta las razzias y los pogroms que se han llevado la vida de poblaciones enteras, y que siguen vigentes, y también otras mucho más en singular. Porque, ¿cuántas personas han sufrido, sufren y sufrirán por el odio, incluso en nuestro entorno? Muchas, amigos y amigas. Y eso a pesar de que los delitos tipificados como de odio han sido especialmente caracterizados en nuestro Código Penal, y de que sobre quien los cometa caerá aún con más fuerza el peso de la Ley.

Pero el odio, tan connatural a la especie humana si no se trabaja especialmente en su erradicación, ha existido siempre. Por eso es tan importante la jornada de este día internacional, donde se hace un llamamiento expreso a contrarrestar el odio y a promover la libertad de opinión y expresión en todo el mundo. Pero no crean que lleva muchos años activa, ya que la resolución para su puesta en marcha se firmó en julio de 2021, se celebró por primera vez en 2022 y este año alcanza su tercera edición. Un evento que nace con la finalidad expresa de promover el diálogo y la tolerancia interreligiosa e intercultural, para eliminar el odio en los discursos y, así, ayudar a combatirlo.

Y eso es importante porque, en palabras de Naciones Unidas, tal discurso que incita a la violencia y la intolerancia es una amenaza latente para los derechos humanos y la estabilidad social, propiciando conflictos, tensiones, teorías conspirativas, prejuicios y discriminación (racismo, xenofobia, antisemitismo, misoginia, islamofobia y homofobia, entre otros…) Un plantel de agudas amenazas que, con las nuevas tecnologías y su escaso filtro, se han multiplicado hasta el infinito, con una enorme proliferación de contenido retórico y divisorio a escala global.

Termino como empecé, queridos y queridas… ¿Odian ustedes? ¿Incitan a odiar? ¿Se sienten concernidos por el discurso del odio? Ojalá que no… Pero si así fuese, piensen en ello. Y tengan en cuenta que su paz, su armonía, su amor al prójimo y su bonhomía son el primer peldaño sobre el que edificar la felicidad de ustedes y de los demás…

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