Opinión | Shikamoo, construir en positivo

¿Qué es la patria y quiénes son los patriotas?

El nivel de desarrollo real de una sociedad está ligado a un conjunto de indicadores muy específicos, que dan una idea de qué características de la misma están ligadas o no a una buena praxis ciudadana y, a la postre, democrática. Ahí es donde se mide realmente y con claridad cuál es la calidad de dicho desempeño, más allá de las alharacas patrióticas, los sentimientos lanzados al viento o la verborrea de cada cual. Objetivamente, los hechos son los que importan. Y este, queridos y queridas, es el tipo de filtro al que suelo someter el enorme torrente de información proveniente directamente de estamentos sociales y políticos, sobre todo de corte partidista, para poder separar en alguna medida el grano de la paja. No como las personas especialistas en la materia, que trabajan el discurso político desde perspectivas lingüísticas, psicológicas y sociológicas aplicando el método científico y de forma muy rigurosa. Pero al menos como aficionado interesado en la materia, de una manera mucho más cualitativa y pobre, pero pudiendo todavía así obtener pistas sobre tal realidad discursiva y su coherencia, mucho más allá de lo que se palpa desde lo más externo y evidente.

Decir, se puede decir lo que sea. Pero que eso se transforme en mejoras reales para el conjunto de la ciudadanía, es otro cantar. Por eso soy de los que piensan que, para el análisis, es bueno despojar los maltratados discursos de hoy de todo aquello que ni aporta ni conlleva un sacrificio ni compromete unos recursos. Porque retórica hay mucha, y retórica patriótica, mucho más. Una palabra, por cierto —patria— que a mí nunca me ha acabado de gustar, por todas las connotaciones que ha tenido y por todo lo que se ha usurpado durante tanto tiempo… Aun así, déjenme que la use para ponerme en el registro semántico de aquellos de quien les hablo en este artículo, que surge del seguimiento de las noticias generadas por la estancia en España de Javier Milei.

Miren, hay quien hasta duerme con la banderita —con cualquiera, del país que sea— sin hacer nada nunca por sus congéneres, y sin siquiera pretenderlo. Quien lleva siempre la palabra “patria” en los labios, pero sin acertar a comportarse cívicamente. Quien deja tal cuestión, en definitiva, en mero sentimiento para exhibir, a veces con dureza, en concentraciones llenas de ruido y añoranzas del pasado o en lo más florido de las épocas de campaña electoral, mientras no tiene reparo alguno quizá en solicitar trabajos sin factura —por aquello de los impuestos—, en defraudar de cualquier otra manera, en conducir de forma temeraria, o en abusar de los demás o de lo público de otras formas. Y es que una cosa son las palabras al viento y, otra, la buena praxis. Ahí falla la coherencia, claro está, y se produce una banalización de conceptos como tal “patriotismo” u otros de corte identitario, equiparándolos a meros sentimientos y propiciando una visión fuertemente alejada de la realidad.

Creo que tal falta personal y particular de lógica congruente es algo recurrente y muy utilizado en el caso de los populismos muy mediáticos en la política. Y lo triste es que uno constata que muchas veces detrás sólo hay palabras… muchas palabras del signo que sean, con pocas ideas reales y aún menos acciones de alguna manera productivas. Nada más. La buena praxis en tal sector se demuestra con el tiempo y las políticas concretas, y el liberalismo a ultranza —sí, el de Milei o de quien le premia y pone como ejemplo al invitarle a nuestro país— es siempre a la larga sólo un conjunto inconexo de cantos de sirena, que buscan llenar un espacio vacío para distraer mientras se adelgaza al Estado y se busca que este regule e intervenga lo menos posible… Lo triste e incomprensible es que existan muchas personas vulnerables que focalicen en tales figuras su esperanza… Personas que disfrutan con los exabruptos o las posibles salidas de tiesto de sus ídolos de turno, pero que no ven las amenazas que su discurso que tilda a la justicia social de “aberrante” conlleva…

Yo no sé quiénes son los patriotas, ni estoy interesado en serlo porque para mí es un hecho accidental y poco relevante el haber nacido aquí. Sin embargo, sí quiero contribuir a la mejora de mi entorno, y este lo es. Mi ciudad, mi lugar de origen, donde vivo y donde voto y quiero seguir viviendo, o mi país. A la mejora de las vidas concretas de personas que no conozco, pero a las que respeto y de las que procuro aprender. Y lo que tengo claro es que los problemas no se pueden abordar desde un patriotismo vacuo, ni tampoco gestionar las oportunidades con más de lo mismo. Hacen falta ideas y consensos, respeto y aprendizaje, capacidad de innovación, de conservar lo que funciona y, sobre todo, mucha perspectiva compartida. Y de todo ello, al mirar a mi alrededor, leer y escuchar algunos discursos y observar cómo son los triunfadores líderes de nuestros días a pequeña y gran escala… veo que falta mucho. ¿Y usted?